Un día de invierno en la Dehesa
Un día de invierno en la Dehesa
Mucha gente nos pregunta cómo nuestros enanitos han podido pasar los días en invierno al aire libre. Aquí los acompañantes nos cuentan la realidad vivida:
Últimamente amanece bastante gris, con lluvia a ratos y algo de viento. Subimos a la Dehesa muy contentos, abrigados y preparados para todo: llevamos botas, petos de agua, chubasqueros, gorros, bufandas, guantes… y un montón de capas más, debajo: así vestidos, no nos asusta nada. Casi hemos llegado, pero la impaciencia nos puede y en cuanto llegamos al camino… ¡echamos a correr! En la carrera, hay un charco de esos que más nos gustan, bien surtido de barro y con bastante agua, así que es una buena oportunidad para poner a prueba las botas nuevas y la ropa de los compañeros ¡a saltar se ha dicho!
– Pero, ¿hoy también venís?- Es la pregunta que más oímos en estos días, quienes pasean a diario por la Dehesa nos saludan con una mirada de sorpresa y una sonrisa viendo disfrutar así a los niños. – Pues claro, ¡no nos los vamos a perder!
Y aún nos aguardan más sorpresas, la escorrentía nos tiene preparado hoy un riachuelo en toda regla, perfecto para echar carreras de barquitos. Unas cortezas de pino nos sirven, y al rato se deslizan por la corriente, algunas quedan atrapadas y alguna otra no flota – Esa no sirve, voy a buscar otro barco-.
Desayunamos felices, y el tiempo nos da una tregua. Al rato, vemos aparecer al petirrojo, que nos observa desde la rama de un pino, muy atento a las pipas de Ila, y de vez en cuando se atreve a llevarse alguna que se ha caído al suelo.
Cuando terminamos, la pareja de urracas no deja ni rastro de las migas que se han ido cayendo mientras comíamos.
Entonces hacemos un nuevo descubrimiento, en el canal se ha quedado el agua retenida, así que tenemos una minipiscina, perfecta para dar unos buenos saltos y hacer bolas de barro para jugar, ¡qué alegría tener lavadora en casa!
Nos aventuramos a dar un paseo, hasta la hora de irnos, y aunque el día es gris, la Dehesa está llena de verdor, y los almendros y los prunos comienzan a florecer. El viento de estos días ha derribado algunas ramas que recogemos para jugar, y también descubrimos encinas pequeñitas que los jardineros han sembrado. Ya empiezan a oírse algunos verdecillos, los primeros en llegar que, muy atrevidos, cantan desde las ramas más altas de los árboles.
En el camino, encontramos una cuesta que nos sirve de tobogán ¡qué divertido es deslizarse y después volver a escalar! ¡No hay pendiente que se nos resista!
Después de un buen paseo y una mañana de aventuras, volvemos para ir a casa, ponernos ropa seca y calentita y comer con mucho apetito. Y luego una buena siesta, que nos ayude a cargar bien las pilas para mañana.