¿Cuáles son los beneficios del juego libre en la educación de los niños?
El juego libre es una alternativa a los métodos tradicionales de educación, caracterizados por unas actividades fijas en cada momento que emanan de una programación elaborada previamente por un docente o un equipo educativo. Estos modelos tradicionales dependen de lo que el profesor considera que es interesante para el alumnado en cada momento de su desarrollo, y puede, aunque no siempre, estar adaptado a sus necesidades educativas reales. Sin embargo, aunque las actividades pueden ser múltiples en la misma aula y cada alumno dedicarse a una u otra, el elemento común de esta metodología tradicional es que no parte de la libre decisión del niño, sino de la reflexión y la imposición del profesor.
Frente a este modelo que ha predominado en la práctica totalidad de escuelas occidentales desde el siglo XIX, la metodología del juego libre propone que sea el propio alumno el que escoge su actividad desde el inicio de su desarrollo. Un modelo abierto, que fluye según los intereses del alumno y se adapta a sus apetencias y necesidades de cada momento. Un modelo, en definitiva, que pone al niño en el centro y lo considera elemento activo de su propia educación, un ser capaz de tomar decisiones, cometer errores, explorar sus límites y extraer un aprendizaje profundo de todo ello.
¿Qué beneficios conlleva el modelo de juego libre? Aunque por desgracia no es una metodología que se haya puesto en práctica de forma pura en muchos centros escolares, en aquellos en los que se ha apostado por el juego libre se ha constatado una serie de beneficios y ventajas que se reflejan de forma directa en el desarrollo de los niños en numerosas facetas.
1– Desarrollo de la autonomía
La escasa autonomía es uno de los principales déficits que se han detectado en aquellos niños educados en sistemas muy dirigidos en los que se da escaso margen a la libertad de decisión del alumno. En el juego libre, sin embargo, al ser el propio niño el que toma la decisión de a qué dedicar su tiempo y su atención, se fomenta su autonomía y se reduce la dependencia de los adultos, ya sean padres, madres o profesores. Esto crea niños resolutivos, capaces de tomar decisiones y de llevarlas a cabo. Además, el hecho de ser él mismo quien toma la decisión ayuda a que el niño comprenda el concepto de consecuencia, lo interiorice y aumente su sensación de responsabilidad. Si yo tomo la decisión, de mí depende la consecuencia de la misma y, por tanto, me hago cargo de ella y de todo lo que de ella derive.
2– Mejora la comprensión de los límites
Que los niños necesitan límites es una cuestión que está fuera de toda duda. La mayor parte de los especialistas coinciden en que es incluso más perjudicial para la formación del niño un entorno con adultos que no marcan límites que uno en el que los límites son extremos y de corte autoritario. Sin embargo, poner límites no implica que éstos sean irracionales o que los niños no tengan derecho a saber el porqué que existe detrás de los mismos. De hecho, cuando los límites emanan de uno mismo en lugar de proceder de una fuente externa, cuando son límites consensuados y comprendidos por el niño, su asimilación y su aceptación como algo natural y positivo es siempre más rápida y menos conflictiva. El juego libre favorece que sea el niño el que explora los límites, el que experimenta las consecuencias y el que finalmente los asume como parte de una realidad que él mismo ha construido.
3– Favorece la curiosidad y el deseo de conocer
El aprendizaje sin curiosidad y sin pasión es un proceso al que se ha privado de su esencia, de su alma. Todo aprendizaje debería partir del interés del individuo, de sus ganas de conocer y saber más de un determinado tema. Dado que el aprendizaje en la infancia se realiza en gran medida por medio del juego, una metodología basada en el juego libre favorece que el proceso parta siempre de una inquietud previa del niño, que explora el objeto de su curiosidad y no pierde la motivación porque es él mismo quien lo ha elegido y quien decide hasta dónde llega. De este modo, el aprendizaje se produce de una forma más sencilla, natural y sin riesgos de que la motivación se apague por el camino.
4– Rompe con roles o estereotipos marcados
Todos los adultos somos herederos de unos esquemas culturales recibidos y asimilados de forma más o menos crítica. Incluso quienes han hecho un proceso consciente de deconstrucción de identidades y roles, siguen de algún modo atrapados en esos esquemas que predominan en la sociedad. Esto, queramos o no, siempre permea de algún modo en la educación que damos a las siguientes generaciones, a las que transmitimos unos roles y unos estereotipos que condicionan en gran medida su propio desarrollo. Con el juego libre es el niño, que aún no está atrapad en dichos estereotipos, quien marca los caminos de su desarrollo, liberándose así del riesgo de caer en ellos. En el juego libre no hay géneros, no hay roles, sólo hay una oferta de experiencias abiertas que cada niño y cada niña puede escoger en absoluta libertad, creando así su propia vía de desarrollo.
5– Se adapta a las necesidades reales del niño sin depender de su edad o de otros criterios
El juego libre no entiende de edades, de evaluaciones, de grupos cerrados ni de criterios rígidos. No importa la edad ni el punto de desarrollo en el que se encuentre el niño: en el juego libre es él quien elige la actividad y por tanto no hay criterios externos que le encorseten en un determinado rango.